Nuestra historia..

Lancelot fué mi primer y único caballo propio. De raza CDE (caballo de deporte español) con genes de la yeguada del ejército, lo criaron para competir y así fue su vida antes de llegar a mí. Compitiendo en concursos de Doma Clásica se convirtió en un caballo excepcional, con un nivel de doma buenísimo. No se nada más de su vida anterior, y esos fueron sus 22 primeros años...
Lo adopto a ésta edad porque Lancelot como muchos otros caballos tordos (blancos) y con sangre Pura Raza Española desarrolló cáncer, y eso le supuso la formación de melanomas y tumores externos e internos.
Tras una visita a su cuadra decidí salvarlo y cuidar de él.
Su carácter era tranquilo. Sin resabios ni estereotipias se podía apreciar que lo habían tratado bien todos esos años hasta que quisieron deshacerse de él. 

Lancelot fue un caballo que me enseñó de su especie más de lo que he leído en libros y mucho más de lo que he oído de mis antiguos educadores.
Me aportó conocimiento desde la fuente misma.

​Eliminé elementos de presión innecesarios en él como el filete y bocado pasando a una monta bitless, así como nos pasamos al Barefoot para corregir en su caso tropiezos y aportar una mayor sensibilidad, la suya, la natural.

Con él los paseos eran largos, tranquilos y divertidos, los entrenamientos llenos de aprendizaje, y los extensos ratos juntos en los que no hacíamos nada y lo hacíamos todo, fueron los más abundantes, los más enriquecedores y los más maravillosos que compartí con él. Incluso cuando le hacía sus curas a diario nunca se quejó, siendo un paciente y sensible compañero.

Lancelot en definitiva fué, un caballo que se dejó amar y que devolvió ese amor con intensidad y transparencia. 

A la edad de 24 años y medio la enfermedad llegó a su máxima extensión y me lo arrebató en un caluroso verano, dejándome un recuerdo imborrable y precioso que aún perdura en mí a través del vínculo que tuvimos.